martes, 20 de diciembre de 2011

La comida es algo más que nutrición

Hoy os dejo con un artículo muy interesante publicado por la Asociación Vida Sana.  En el que nos hablan  no solo del importante papel para nuestra salud de comer sano sino de la importancia de agradecer los alimentos que comemos, de la importancia del autoconsumo, de preparar los alimentos de forma artesana y olvidarnos de precocinados cargados de aditivos... http://vidasana.org/noticias-vidasana/alimentacion-la-comida-es-mucho-mas-que-nutricion.html

¿Cómo encontrar la “báraka” en la alimentación? ¿Cómo, a través de la alimentación, recuperar el paraíso en la tierra que perdimos con la desacralización de nuestras vidas? ¿Cómo, al alimentarnos, podemos recuperar el hombre integral que llevamos dentro? Pedro Burruezo nos da algunas claves…
El movimiento del Tao consiste en el Retorno
El uso del Tao consiste en la suavidad
Todas las cosas bajo el Cielo han nacido de lo corpóreo
Lo Corpóreo ha nacido de lo Incorpóreo
Lao Tse
Tao Te King

Bhuta yagnâ nos lleva a tomar conciencia de la unidad de toda vida. Venerar la Naturaleza y a los fenómenos naturales era parte integrante de la vida. Se atribuía a la fauna y a la flora el estatus de las divinidades y eran vehículos divinos. El pueblo estaba siempre deseoso de honrar a la Naturaleza en señal de gratitud por su generosa prodigalidad. Antiguamente, los miembros de la familia nunca se sentaban a comer si antes no habían alimentado al ganado, y regado el basilisco, el baniano y el bilva…
Sri Ma Amritanandamayi Devi
El Hombre y la Naturaleza

Nadie ha probado comida mejor que la obtenida con el producto del trabajo de sus propias manos. Y, ciertamente, el Profeta David (s.a.s.) solía comer de lo obtenido con el trabajo de sus manos
Transmitido por el Profeta Muhámmad (s.a.s.) a Al-Miqdad
An-Nawawi
Lo más granado de los Jardines de los Justos


¿Puede la alimentación transformarnos hacia una vida más armoniosa con la Naturaleza, con nosotros mismos, con nuestras familias, con nuestras comunidades, con todo lo que nos rodea, con lo que vemos y con lo que no vemos? Dudo mucho que la alimentación, por sí misma, pueda llegar a tener un tan potente poder de transformación. Entre otras cosas, porque, si pensáramos de tal manera, no estaríamos haciendo otra cosa que seguir inmersos en el paradigma mecanicista que impera en la sociedad moderna. Es decir, que estaríamos viendo la alimentación como algo puramente fisiológico, material, orgánico. He conocido demasiados ejemplos de grupos más o menos ecologistas que han convertido la alimentación en una nueva forma de religión, con sus gurús, sus dogmas y sus santones y sus pecados capitales. Tener las tripas limpias y una alimentación sana es una obligación y es algo muy recomendable, pero sustituir a la Divinidad y a la espiritualidad más profunda por una idolatría hacia las lechugas ecológicas es, digámoslo claro, un camino erróneo. Ahora bien, determinados tipos de alimentación (y de ayuno), englobados en una visión de la vida que ha superado la indivi-dualidad de la que tanto nos habló René Guénon, sí pueden ayudarnos a profundizar en el camino espiritual. La alimentación con “báraka” nos puede ayudar a recuperar el paraíso perdido, pero… ¿cuál es la alimentación con más “báraka” o con más bendiciones?

EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA
Sé que muchos de los lectores de The Ecologist están esperando, justo ahora mismo, a que haga una consumada lista entre las virtudes de los alimentos orgánicos y los problemas de una alimentación convencional, pero hoy no toca. Hoy, de lo que se trata es de ir un poco más allá, siguiendo la vía trazada por las diferentes vías espirituales. Lo primero, tal vez lo más esencial, a la hora de alimentarnos, para que lo ingerido tenga bendición y salubridad, es tener una actitud de gratitud hacia el alimento en sí, al principio y al final de su ingesta. Este hecho se puede manifestar de diferentes formas. Los musulmanes dicen “Bismillah” (en el nombre de Dios) antes de empezar. Los cristianos bendicen la mesa. Los hindúes también tenían/tienen diversos ritos. Y así con cada una de las vías espirituales tradicionales. El hombre moderno no da las gracias por el alimento que ingiere. Ni se le pasa por la cabeza hacerlo, faltaría más.
Pero vayamos un poco más allá, en la línea de esta revista. ¿Puede ser sano y benefactor un alimento que ha sido adquirido con dinero conseguido practicando la usura y la especulación? ¿Serían armónicos los tomates o los pepinos comprados con capital procedente de la venta de armas, del proxenetismo, del tráfico de estupefacientes que provocan tanto dolor en tantas familias…? ¿Y qué me dicen de los euros que proceden del comercio que supone la degradación salvaje del medio natural, de la apropiación de bienes comunes (como el agua, por ejemplo), o de actividades empresariales que provocan desastrosas consecuencias en la salud de las personas y en los diferentes ecosistemas del planeta? El pan nuestro de cada día nos lo tenemos que ganar con actividades profesionales lícitas, correctas, que no supongan ningún daño para nuestras sociedades, nuestros ecosistemas, para nosotros mismos. Este punto me parece de absoluta relevancia. Es imposible tener una vida espiritual mientras se practican actividades comerciales de dudosas garantías éticas.

HOGAR, DULCE HOGAR
En los Vedas ya se profetizó, hace mucho tiempo, que la Kali Yuga, la era de la gran confusión, tendría una serie de características que tendrían que ver con la destrucción medioambiental, la práctica de la usura de forma despiadada y, curiosamente, la venta de alimentos precocinados. ¿Por qué los Vedas hacían esta singular relación entre los problemas medioambientales, sociales y alimentarios? Pues porque en una sociedad en que se han perdido los principios fundamentales del universo espiritual… la sociedad se descompone, los padres, madres, abuelos y abuelas viven de forma cada vez más atomizada y las empresas hacen el agosto suplantando el insustituible papel de la familia.
Es evidente que no tengo nada en contra de comer algún plato precocinado de vez en cuando, ni de tener que comer en restaurantes alguna vez por causas de trabajo o por cualquier otra razón, pero otra cosa muy distinta es reflexionar sobre el hecho, aberrante, de que una enorme parte de la población del mundo moderno se dedique a ingerir alimentos precocinados, cocinados por personas ajenas y en la más dramática soledad. Comer en familia, cada día o casi, alimentos cocinados por padres, madres y abuelos, comer en compañía, degustando y compartiendo, eso sí tiene “báraka”. Muchos pueblos no tecnológicos todavía mantienen la costumbre de compartir el plato, porque eso tiene más “báraka” todavía. Un plato compartido de buen corazón es un plato que tiene muchas bendiciones, sea cual sea el alimento ingerido.

EL AMIGO, EL VIAJERO, EL POBRE…
La mesa es mucho más que el lugar en el que nos nutrimos. Y le haríamos un flaco favor a nuestra familia si no fuéramos capaces de ver algo más allá de las cuatro paredes de nuestro hogar. Por ello, la mesa más completa no es aquella que tiene la abundancia gastronómica más excelsa, sino aquella en la que siempre hay un asiento reservado para el amigo, el viajero, el necesitado… aunque la oferta culinaria sea moderada. Por supuesto, esto no significa que tengamos que dejarnos invadir por gorrones, individuos peligrosos y aprovechados. No hay que confundir. Pero el sentido común nunca falla, y el instinto tampoco. No, al menos, si uno no ha sido intoxicado con ideologías, sean de derechas o de izquierdas. El invitado tiene sus derechos, y sus deberes. Hoy, le sorprende al occidental medio la hospitalidad con que funcionan algunos pueblos no domesticados por el cáncer de la economía excedentaria. Hasta hace muy poco, en cualquier lugar del mundo, salvo raras excepciones (sobre todo, en periodos de conflictos bélicos), pese a la manipulada y malintencionada versión que de la Historia tiene la sociedad moderna, todo el mundo sabía que invitar, cocinar y hospedar a alguien viajero o necesitado era/es un acto colmado de bendiciones, más para el que las da que para el que las recibe.

COMER LO PROPIO
En la actualidad, parece poco posible que podamos llegar a nutrirnos exclusivamente con alimentos producidos por nosotros mismos. Sin embargo, de ahí a tener una dieta completamente adulterada, prefabricada y manufacturada… hay un abismo. Es muy difícil tener una alimentación absolutamente autárquica, sí, vale, pero, no obstante, siempre podemos saltarnos a la torera algunas de las leyes dictatoriales que quieren imponernos las grandes corporaciones de la agroalimentación. Mis ensaladas, por ejemplo, tienen más “báraka” cuando, entre sus ingredientes, incluyo hojas de lechuga “bio” y de perejil y/o albahaca de las macetas de mi propia terraza. No cabe duda que desayuna con más bendición el que come magdalenas hechas por la abuela que el que se jarta de bollería industrial. Una tortilla elaborada con los huevos de las gallinas que se zampan los gusanos del jardín es una tortilla bendecida (más aún si le añadimos unos espárragos vendimiados por nosotros mismos mientras paseamos por el campiri). Y es bastante más recomendable el pan que hemos hecho nosotros mismos que una baguette congelada cocida a bote pronto y adquirida en una gasolinera. Las gasolineras están para comprar combustible, no alimentos. Hacer kefir, por otro lado, es bastante más sano, sencillo y solidario que pasarse una tarde destrozándose la cabeza y el dedo con la play. Hay que volver a hacer flanes, pasteles, yogures, pan, pizzas… en casa. Y, de vez en cuando, también podemos salir al campo y recoger setas, frutas silvestres, hierbas medicinales… Cualquier plato, postre o infusión elaborado, aunque sólo sea en parte, con ingredientes silvestres recolectados por nosotros mismos, de forma respetuosa y consciente… es un acto muy beneficioso, positivo y cargado de “báraka”.

CUESTIONES MEDIOAMBIENTALES
En las cuestiones medioambientales voy a incidir poco, pues los lectores de The Ecologistse las saben de memoria. Los alimentos con más “báraka” son también aquellos que tienen menos consecuencias negativas para los ecosistemas. A saber: alimentos orgánicos, procedentes del área local, de temporada, más vegetales que animales, sin ingredientes modificados genéticamente, lo más artesanos posible, procedentes de razas y especies autóctonas, que respetan las tradiciones locales, con el menor embalaje posible, de empresas lo más locales, adquiridos en tiendas locales o directamente los campesinos/granjeros, con recetas tradicionales… Si son vegetales, podríamos añadir que deberían haber sido producidos en policultivos, ya que el monocultivo, aunque sea biológico, es un desastre desde cualquier punto de vista. En caso de ser productos animales, deberían ser alimentos producidos respetando al máximo posible el bienestar del animal. Si se trata de pescado, mejor procedente de pesquerías artesanas y locales. Si se trata de animales de granja, mejor de la ganadería extensiva y sacrificados de la manera más respetuosa posible. El que ha visto cómo se sacrifica a un animal en un matadero corriente y cómo se sacrifica en cualquier sociedad de carácter esencial donde se respeten los códigos espirituales de la forma más escrupulosa… se da cuenta de que no hay color entre una y otra forma. Me fío más del sacrificio de un indio awá no contaminado por la idiosincrasia occidental que de las formas presuntamente asépticas de cualquier empleado de un matadero. Aunque, particularmente, no soy vegetariano estricto, sólo ingiero muy de vez en vez algo de proteína animal. Creo que es una postura hoy de sentido común ante los problemas medioambientales a los que nos enfrentamos. Todos deberíamos aminorar el impacto de nuestra huella ecológica y una de las mejores formas de hacerlo es consumiendo mucha menos proteína animal, lo que tiene indudables ventajas en el aspecto medioambiental, del bienestar animal y para combatir la crisis climática, ya que para producir carne se necesita mucha energía fósil y el metano de los excrementos de los rumiantes aumenta el efecto invernadero. Algunos estudios señalan que, en Europa, los rumiantes producen una tercera parte del metano liberado a la atmósfera: las vacas expulsan el 98% del CH4 al rumiar sus pastos por medio de eructos, por su boca o sus fosas nasales; y el 2% restante, en forma de ventosidades anales, por ejemplo. Algunas vacas pueden llegar a emitir casi 200 kilos de metano por año. Calculen: engordamos a unos 1.300 millones de cabezas de ganado vacuno que producen casi 200 millones de toneladas anuales de metano. Nuestros actos cotidianos importan.

ÉTICA, ESTÉTICA…
Un alimento, para ser completo, tiene que proceder de un proceso ético. Ya hemos hablado de eso. Pero también tiene que ser estético. En la sociedad actual, donde la fealdad impera por todas partes, la alimentación ha tomado unas formas funcionales, pragmáticas, rápidas… Se ha convertido, en muchos casos, en un asunto de tomar y tirar. Estética “Todo a 100”. En el lado opuesto, los nuevos gurús de la gastronomía de pretendido alto nivel, a base de potingues químicos y platos enormes, están construyendo una gastronomía que pronto será, a lo nutricional, lo mismo que una alambrada de Tàpies al arte sagrado, o lo mismo que un rascacielos taiwanés a la arquitectura tradicional. Es decir, una verdadera chapuza. Impera el artificio, lo azucarado, el sucedáneo. Triunfa la estética que confunde innovación con beldad. En la comida de hoy, o sucedáneo baratillo (uno ya no sabe si está en un kebab turco o en una hamburguesería americana, porque tienen estéticas muy parecidas) o sucedáneos de postín (alimentos cargados de aditivos y saborizantes a 150 euros el plato, con cubertería fina y platos gigantescos, eso sí), pero sucedáneos al fin y al cabo. Porque el alimento completo no es ni una cosa ni la otra. La verdad se esconde detrás del color natural y de la sencillez. Y esa verdad sí es estética, completa y hermosa. Ah, nuestra tortilla de patatas y nuestra paella, que emulan al astro rey, en una metáfora culinaria de verdadera significado espiritual, la alimentación que conecta con el cosmos, y que nutre a toda la familia, que comparten el mismo plato, eso sí que tiene “báraka”, y no la baratería de mercachifle americanista ni el subidón pseudovanguardista que oculta carencias bajo sabores artificiales.

LA SALUD Y LA CULTURA
A más grasas saturadas, más aditivos y productos químicos, más azúcares nefastos y productos como el aspartamo, a más industrialización de los alimentos y más colorantes y procesos artificiales, a más congelados y precocinados, menos “báraka” en los alimentos. A menos “báraka”… menos salud. La salud es importante. La salud depende de la cantidad de la “báraka” con la que vivimos y nos alimentamos. ¿Es posible estar sano viviendo y comiendo sin “báraka”? Es posible, pero no durará mucho. No insistiré mucho en que, como ya señalan la FAO y otras organizaciones internacionales, una gran cantidad de los problemas de salud actual tienen que ver con desequilibrios medioambientales y dietas nefastas. En www.gordos.com hemos leído: “El trabajo presentado por Trichopoulos confirma los datos obtenidos en un trabajo anterior que relacionaba la dieta mediterránea con una mayor supervivencia en la población griega. El estudio, realizado en 22.043 pacientes y que publicó The New England Journal of Medicine, mostró una significativa reducción en la tasa de mortalidad cardiovascular y oncológica entre quienes seguían dicha forma de alimentación. Estos resultados también coinciden con los de otros dos estudios sobre prevención secundaria de enfermedad cardiovascular basados en el seguimiento de los patrones básicos de la dieta mediterránea en pacientes que ya han sufrido un evento cardiovascular”.Es sólo un ejemplo. Los datos son incontables. Cuando la dieta mundial se homogeneiza, aparecen más problemas de salud. ¿Por qué tenemos que comer todos como lo hacen los americanos? ¿Por qué tenemos que pasar de productores a compradores, de activos a pasivos. En este caso, parece bien claro que la “báraka” huye de todo aquello que es imitado sea por lavado de cerebro, por imposición cultural, por lo que sea. En India, aumenta el Alzheimer en la medida en que las poblaciones abandonan sus tradiciones culinarias. En el Mediterráneo, más cáncer a menos ingesta de verduras y fruta. Y así en cada lugar del mundo. Si el mundo y la Naturaleza son diversos, ¿por qué tenemos que dejarnos abatir por la dictadura del mercado? Tener una dieta que defiende los productos locales, las especies en vías de extinción, las recetas típicas… es comer con “báraka” y, además, es un gran secreto para la salud. Porque la alimentación de cualquier población autóctona es mucho más sana que la dieta tecnoindustrial contemporánea. Y, además, está adaptada al clima local, a las necesidades de la gente, a todo.

Y, POR ÚLTIMO, EL AYUNO…
Pasar hambre por necesidad no tiene mérito y es posible que no conduzca a ninguna sapiencia, aunque también es verdad que el que ha pasado carencias tiene la oportunidad de aprender algo de esta vida y que la abundancia tiene también sus desventajas. Ayunar porque no hay alimentos disponibles tiene, en principio, tan poco mérito como el silencio del mudo. Pero la voluntad de ayunar, cuando se dispone de alimentos sanos y suficientes, por solidaridad con el pobre, para entender su desgracia, para hacernos conscientes de nuestra vulnerabilidad y de nuestra pequeñez cósmica, sí resulta satisfactorio en términos espirituales. El ayuno al estilo vegetariano, visto como un simple lavado gástrico, es quedarse a mitad del camino. El ayuno total, comprendido no sólo como un acto de continencia culinaria, sino como un no-hacer, un no-actuar, un no-intervenir… nos lava el estómago, el cerebro y el corazón… ¿Cuándo fue la última vez que ayunaste? ¿Cuándo tuviste diarreas? Ningún mérito. El ayuno alcanza su magnífica plenitud espiritual cuando es un acto voluntario ajeno a la pobreza y a la enfermedad, cuando ese “abstenerse” abarca mundos que van mucho más allá de lo que únicamente respecta al aparato digestivo. Zaid ibn Jalid Al-Yuhani señaló que, según había oído relatar a At-Tirmidi, hadith recogido por An-Nawawi en Lo más granado de los Jardines de los Justos, que el Profeta Muhámmad (s.a.s.) dijo en una ocasión: “Quien da comida a un ayunante para romper su ayuno…tiene la misma recompensa que él, sin que disminuya en nada la recompensa del ayunante”. Cuando la “báraka” la buscamos más para el prójimo que para nosotros mismos…. sí que estamos cubriéndonos de una “báraka” verdadera y primordial. Y no olviden que saciarse, saciarse con gula, una gula descontrolada, cotidiana, no es ni sano, ni solidario, ni prudente, ni tiene “báraka”. La contención, la prudencia y la liviandad sí la tienen… Dice Lao Tse: “Quien observa el Tao no desea estar lleno. Mas, precisamente porque nunca está lleno, puede mantenerse como un germen oculto, sin precipitarse por una prematura madurez”. En algunos pueblos no tecnológicos, algunos hombres y mujeres todavía comen agachados. El estómago se contrae y no permite pasar más de lo necesario…

Pedro Burruezo


EL ALIMENTO, “BÁRAKA” Y SANACIÓN
LAS TEORÍAS DE MASARU EMOTO
En alguna ocasión, ya hemos hablado de las teorías de Masaru Emoto. Según los hallazgos de este científico japonés, es posible, mediante la música o la oración, por ejemplo, cambiar la estructura molecular del agua. Podemos convertir el agua, según nuestras actitudes mentales y emocionales, en algo destructor o sanador. Si tenemos en cuenta que, en cualquier confesión tradicional, siempre se bendijeron los alimentos de una u otra forma, y si sabemos ahora que cualquier alimento está compuesto en más de un 70% por agua, no es de extrañar que un alimento bendecido desde su elaboración hasta el consumo final sea más sanador que un producto alimenticio producido de una forma industrial sin “báraka” alguna. Esto no es ninguna creencia, sino mucho más que eso. ¿Por qué creen ustedes que las personas más longevas, que están hechos unos chavales a los 90 años, no se alimentaron nunca de bollería industrial, azúcares cancerígenos y pescado de piscifactoría?


EL COMBUSTIBLE Y EL RESIDUO
OJO CON EL DESPILFARRO
En una casa donde, de forma habitual y sin control alguno, se despilfarran alimentos, se tiran a la basura, se menosprecian… no hay “báraka”. El alimento es sagrado. Sólo debe tirarse, por razones diversas, cuando no queda otro remedio, si ha caducado, si se ha puesto malo. ¿Y qué me dicen del combustible? Una cocina solar, la leña… tienen mucha “báraka”. No tiene ninguna el microondas, por ejemplo, además de ser muy perjudicial para la salud. El gas al uso tiene “báraka” o no según la intención con que se cocine. Comer crudo, sin necesidad de llegar a hacer otra religión del crudivorismo, también tiene bendiciones.