miércoles, 11 de enero de 2012

Superar un cáncer viajando en familia

“Superar un cáncer viajando en familia”.

Tengo 33 años y un niño de 4 años. Hace un año me diagnosticaron cáncer de ovario con múltiples metástasis. Tras recibir ese duro diagnóstico me quedé paralizada y el miedo se apoderó de mí. Lloré, lloré y no paré de llorar durante días. Estaba al borde de la desesperación, aterrada y angustiada. Mi hijo por aquel entonces tenía solo tres años y era muy dependiente de los bracitos de mami y de la tetita. Le miraba y no podía dejar de pensar en que no iba a volver a asistir a uno de sus cumpleaños, es más pensaba que no podría estar con él el día de Reyes. No dejaba de pensar en mi inminente muerte y en que le iba a fallar a mi hijo. Le había dado la vida y le había prometido estar a su lado para cuidarle y apoyarle, y ahora iba a morir sin acompañarle su primer día de colegio, sin enseñarle a montar en bici…  
En medio de aquel intenso miedo de repente surgió un deseo irrefrenable de vivir y de buscar una solución a aquel duro reto al que me enfrentaba. Y resurgí, me empeñé en aferrarme a la vida y a mi hijo. Hice cambios radicales en mi vida, sobre todo en el terrero nutricional.  Mientras crecía mi deseo por vivir, me sometí a cirugía y empecé el tratamiento de quimioterapia y como colofón a mi mala racha tuve que destetar a mi hijo con tres años y medio.
La quimioterapia fue muy, muy dura. Se cayó mi negra melena, mi tez adquirió un calor amarillento, perdí 20 kilos, vomitaba y apenas me podía mover de la cama al sofá, pero mi deseo por sanar me hizo afrontar la quimio de manera positiva y aprovechar cada instante de mi vida buscando actividades con las que realmente disfrutara junto a las personas que más quería. Lo que más nos gusta a los tres es viajar juntos, así que decidimos hacer un viaje en todos los descansos de la quimioterapia. Me daban quimio semanal pero con una semanita de descanso cada cuatro semana. Así que nos pusimos manos a la obra para planear escapadas en esas semanas libres. Intentamos buscar destinos relativamente cercanos y apetecibles tanto para los adultos como para mi hijo.
Desde pequeña he viajado mucho con mi familia, y después con mi pareja y con mi niño hemos viajado por todo el mundo siendo muy felices y disfrutando de las múltiples experiencias que nos aguardaban en cada viaje. Nos encantaba abrir la página de alguna compañía low cost sin saber que destino íbamos a visitar. El azar y la economía se encargarían de darnos destino. Nunca hemos viajado con carro ni nos hemos preocupado por qué iba a comer nuestro peque. Cuando íbamos de viaje nos agenciábamos un portabebés (eso sí, para cada viaje uno distinto, que a una le gusta darse caprichitos) y preparábamos una pequeña maleta, no necesitábamos nada más. Como la comida de Nacho la llevábamos puesta (la teta) y colechábamos no teníamos que cargar con hervidores, biberones, chupetes, potitos, cunas de viaje, etc. Improvisábamos sobre la marcha y nos dejábamos guiar por el instinto y las ganas de  nuevas aventuras. El cáncer no iba a cambiar nuestras ganas de ver mundo, así que planeamos nuestra nueva etapa viajera de manera similar a viajes anteriores.
Tras diagnosticarme el cáncer le prometí a mi hijo que si mamá se curaba le llevaría a Eurodisney y Tenerife. ¿Por qué Tenerife y Disney? Mi hijo es un gran amante de los animales y le hacía mucha ilusión ver leones blancos, y hacía tiempo que habíamos visto que en un zoo de Tenerife había leones blancos y soñaba con ir. Así que destino objetivo “Jungle Park” en Tenerife.
Disney lo elegí no porque él me lo pidiera, sino porque la primera vez que yo fui a Disneyland Paris fue por un regalo de cumpleaños muy especial que me hicieron mis padres cuando cumplí 14 años. Me hizo tanta ilusión ir a Disney que quería ir con él y que viviésemos esa experiencia juntos.
Pues bien, quiero contaros nuestra ruta viajera durante los 6 meses de tratamiento para el cáncer. Empezamos nuestro primer viaje a un sitio cercano a Granada que es donde vivimos. Nos fuimos a pasar un fin de semana a la Costa del Sol, y disfrutamos de unos excepcionales días de sol. Cuando crees que vas a morir disfrutas mucho más de cada momento, y para mí pasear descalza por la arena era el mayor placer del mundo. El notar la brisa marina en mi cara me hacía sentirme feliz. Corríamos por la orilla del mar, gritábamos, saltábamos, cantábamos… Disfrutaba de mi hijo y mi pareja como hacía mucho tiempo que no lo hacía. Saboreamos intensamente cada momento juntos.
Después vinieron viajes a Valencia, Barcelona e Ibiza. Conforme avanzaba el tratamiento de quimioterapia yo me sentía más cansada y vomitaba más, había días que realmente creía que me iba a morir, pero no por el cáncer sino por los efectos secundarios de la quimio. Mi pierna derecha estaba medio dormida y me costaba caminar, pero mi voluntad férrea no me impidió viajar y disfrutar al máximo de cada “expedición”. El planear el siguiente viaje me daba “alas” y mientras estaba recibiendo quimioterapia miraba hoteles y vuelos en internet. Tener una ilusión y un motivo para vivir te hace luchar y enfrentarte a cualquier desafío. Mi ilusión era viajar y disfrutar con mi familia.
Durante toda la quimioterapia seguí un régimen alimenticio vegetariano especial que yo misma me diseñé, lo que hacía un pelín difícil elegir los sitios donde comer, así que nos hicimos especialistas en buscar restaurantes vegetarianos con platos elaborados con alimentos ecológicos. Hicimos auténticos viajes culinarios disfrutando de una rica comida. Comer es parte importante del placer de viajar. Probar la cocina del lugar que se visita, poderla disfrutar despacio, alargar la sobremesa, descubrir nuevos sabores es un auténtico placer. Como nuestro hijo está acostumbrado a comer lo mismo que nosotros no tenemos problemas a la hora de ir a un restaurante. Disfruta tanto como nosotros probando nuevos platos. Él nada de pedir el típico menú infantil con pollo y patatas. El se adapta a todo tipo de menús ya sean vegetarianos o carnívoros. 
 Para no equivocarnos con la elección de los restaurantes gracias a Tripadvisor y las opiniones de los usuarios elegíamos antes de viajar los restaurantes donde íbamos a comer.
En general, a todos sitios donde íbamos a comer nos trataban con gran amabilidad, creo que no tener pelo despierta el buen corazón en las personas J
Cada viaje realizado durante el cáncer fue especial. En Valencia disfrutamos muchísimo con una exposición de dinosaurios en la Ciudad de las Artes y las Ciencias. En Barcelona nos sorprendimos con el Parque Güell. En Ibiza con las pequeñas y sorprendentes calas.
En Valencia visitamos la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Nos sorprendió su arquitectura tan blanca, tan limpia, tan perfecta… Lo que más nos gusto fue la exposición “Entre Dinosaurios” es, la mayor muestra de dinosaurios robotizados de Europa, la exposición ocupa 3.000 metros cuadrados y permite realizar un viaje al pasado, al Jurásico y el Cretácico , de la mano de los dinosaurios.. Hay un ejemplar Tiranosaurio rex, el Diplodocus de 27 metros de largo. A mi hijo le encantan los dinosaurios así que podéis imaginar su cara de emoción entre aquellas gigantescas criaturas.  Creo que pasamos toda una mañana viendo la exposición.
En pleno centro de Valencia encontramos un restaurante vegetariano que nos encantó, “La Lluna”. Un restaurante pequeñito pero muy acogedor y con una excelente comida casera. Muchas opciones veganas. El menú del día... ¡7.5 euros! Tomamos: Crema de champiñones, Verduritas al curry con arroz, Pastel de Espinacas y de postre Calabaza asada. Todo riquísimo. De postre una infusión de cannabis y melisa que me dio un sueño muy rico, jejeje.
En Valencia nos alojamos en el Hotel NH Las Artes, un hotel de tres estrellas muy correcto en cuanto relación calidad precio y muy cercano a la Ciudad de las Artes y las Ciencias.
En Valencia también visitamos Biopark. Un zoo bastante grande, en el que los animales tienen bastante confort y bienestar. Mi hijo disfrutó muchísimo la visita, pues ama los animales.
En Barcelona nos sorprendimos muy gratamente con el parque Güell, entramos al parque por la estación de Vallarca y tuvimos que subir un sinfín de escaleras, pero la subida mereció la pena. Con los efectos de mi quimio a cuestas tuve que subir despacito, despacito, pero así el peque disfrutaba adelantándome y la subida se le hizo más llevadera, pues le ganaba a mamá.  Disfrutamos muchísimo con las impresionantes vistas de Barcelona, y con la divertida arquitectura creada por Gaudí.
También nos gusto mucho el mercado de la Boquería. La cantidad de olores y colores que ofrece este mercado bien merece una visita. Aquí solíamos desayunar todas las mañanas, nos comprábamos un bol de frutas en uno de los muchos puestos de fruta y nos sentábamos en la Rambla a degustar nuestra fruta mientras veíamos a la gente pasar.
Otra visita muy recomendable con niños es el parque de la Ciudadella. En el parque hay un mamut gigante en cuyos colmillos los niños se pueden sentar. Este céntrico parque bien merece la pena para dar un apetecible y relajante paseo.

Y por último destacar la visita a Cosmo Caixa. Es ideal para ir con niños. Es similar a un parque de las ciencias. La visita hace las delicias de los más pequeños pues consta de un acuario y varias salas dedicadas exclusivamente a los más pequeños. Y lo mejor es el precio de la entrada…. Sólo 3 euros.
Siguiendo nuestra ruta gastronómica en Barcelona comimos en un restaurante Etíope llamado Abisinia que nos encantó. Este restaurante está en pleno centro del barrio de Gracia, y es un auténtico etíope, te sientas casi a nivel del suelo y comes con las manos. Lo de comer con las manos fue un buen motivo de alegría para mi hijo y para mi, pues nos encanta tocar la comida antes de degustarla. La comida te la sirven sobre una gran pieza de injeera, que es como un crep gigante. Vas pellizcando la injeera para ir cogiendo trozos de comida y así no mancharte.     
           
Otro restaurante sorprendente fue “Gopal”, un sitio donde iniciar a los niños a comer comida vegana, pues sirven unas hamburguesas para chuparse los dedos. Hamburguesas de bacon y queso veganas, chorizo vegetal, etc. Un fast food vegetariano muy recomendable.
Terminando la quimio llegó el viaje a Ibiza donde disfrutamos de largos paseos por sus limpias y cristalinas playas. Ibiza fue un viaje muy especial. La isla pitiusa nos aportó una gran paz y relajación a los tres, e hizo que estuviéramos aún más unidos. La energía que se siente en esta isla es mágica. Nos sentábamos en las pequeñas calas y dejábamos que el ruido de las olas nos arrullara.


 Hicimos una ruta caminando por las Salinas que nos encantó. Es una ruta que discurre en parte por la orilla del mar y en parte entre un bosque mediterráneo que bordea las salinas. En esta excursión aprovechamos para explicarle al peque como se fabrica la sal
En la ciudad de Ibiza nos sorprendimos con la visita al casco histórico y al castillo. Mi hijo jugaba a ser un caballero de época que defendía la muralla de la ciudad. 


Otra cala que nos encantó por su belleza fue la Cala d'Hort. En esta cala se corta la respiración cuando se admira la imponente aparición del islote de Es Vedrà. La luz de las fotos en este lugar es impresionante, parecía como si los rayos de luz iluminaran a mi hijo.
En Ibiza nos alojamos en el Hotel Simbad que es un hotel de 4 estrellas situado en Talamanca, a pocos kilómetros de Eivissa .Nos dieron una habitación frente al mar con unas vistas de ensueño, podíamos ver la ciudad de Ibiza con su imponente castillo. Las vistas al atardecer eran de una belleza indescriptible.  No es un hotel especialmente pensado para los más pequeños, pues no cuentan con servicios de ocio, pero en este hotel el maître nos trató con gran exquisitez, todas las noches tenía preparado un asiento para mi hijo y se preocupaba de que todo fuera del agrado del peque. Nos alojamos en régimen de media pensión, y la relación calidad precio es bastante buena.
Cerca de las Salinas, en Saint Jordi encontramos un restaurante vegetariano y macrobiótico con un riquísimo menú, S´Horter Vert se llamaba, las regentes era muy atentas y amables con nosotros y con mi niño. Además este sitio contaba con la ventaja de ser restaurante y supermercado ecológico, por lo que nos vino ideal para avituallarnos. Tenía un rincón con columpios reservado para los más pequeños, lo que hizo las delicias de mi hijo.
Fue un viaje realmente estupendo. Nos sirvió para reforzar aún más los lazos familiares.  Y algo cambió en los tres de manera muy positiva tras este viaje. ¿Sería la magia de Ibiza de la que tanto hablan?
Durante el cáncer cambié mi forma de pensar y comportarme. Comencé a valorar los pequeños detalles de la vida, empecé a sentir un gran amor por todas las personas que me rodeaban y por mí misma. Me perdoné y me acepté tal y como era. Por primera vez sentí paz interior y creo que esa paz y ese nuevo renacer lo irradiaba al exterior, y empezaron a llegar a mi vida las personas y las circunstancias que hicieron que curara. Esto también se notó en los viajes, parecía que la suerte estaba siempre de nuestro lado. Si íbamos a un hotel nos ofrecían la habitación con las mejores vistas, si íbamos a un restaurante siempre tenían algún detalle con nosotros, si íbamos a un zoo siempre encontrábamos alguna oferta del tipo 2x1. Todo parecía ir sobre ruedas en cada viaje, no encontrábamos ningún obstáculo y todos los viajes salieron a pedir de boca.
Viajar, explorar nuevas ciudades, perderse en algún rincón… me dio la vida. Era una gran recompensa tras los ciclos de quimio. Pensar en el siguiente viaje me alentaba a soportar la quimio.
Los viajes pasaban, los días pasaban y la quimio terminaba y vinieron los resultados… todo perfecto, ¡estaba curada! ¡¡¡Así que nos íbamos de viaje a Tenerife y Disney!!! Nacho ya podía volver a tomar teta… y digo que si lo hizo, conseguimos relactar tras 6 meses de kit kat.
Estos dos últimos viajes los hicimos con un gran subidón de adrenalina en el cuerpo, se nos notaba a los tres inquietos, estábamos tan felices por los resultados que no podíamos parar de hacer cosas, estábamos hiperactivos. Todos los efectos secundarios desaparecieron como por arte de magia.  Ahora era una nueva mujer, una mujer llena de amor hacía los demás y muy agradecida con la vida. Una mujer que se sentía inmensamente feliz con su familia, y que tenía que dar gracias al cáncer por todo lo que había aprendido y por todos los sitios que había visitado en tan solo 6 meses.
En el viaje a Tenerife nos permitimos algunos lujos, nos los merecíamos, ¿no? Nos alojamos en un hotel de cinco estrellas llamado Hotel Reserva Ambiental de San Blas situado en el sur de la isla. El hotel tiene acceso directo a la playa y a la reserva ambiental. Es un hotel mimetizado con el paisaje y equipado con todo lujo de detalles. Cuenta con múltiples piscinas, alguna de las cuales está climatizada. La oferta lúdica para niños y adultos es impresionante, rocódromo, mini club, Pilates, yoga, canoa, minidisco… Los animadores eran realmente amables con los niños, siempre estaban con una sonrisa en la boca. El restaurante contaba con rincón vegetariano y un rincón con buffet infantil a su altura para que pudieran servirse. Siempre que vamos a un hotel mi hijo no puede ver los platos a menos que le coja en brazos. A muchos padres esto les da igual porque ellos eligen lo que sus hijos comen, pero mi hijo es él quien elige su menú y necesita poder ver que le ofrecen para elegir. En este hotel todo el personal era de una amabilidad exquisita, en especial con los niños. En este hotel nos alojamos en régimen de todo incluido, nos dedicamos a descansar y disfrutar de las impresionantes instalaciones y de las doradas playas cercanas.


Hicimos pocas excursiones, así que solo voy a comentar las dos recomendables… La visita en barco al Acantilado de los Gigantes y La reserva Ambiental de San Blas. En el viaje en Barco tuvimos la oportunidad de ver impresionantes vistas de los acantilados y… delfines, muchos delfines. Mi hijo no cabía en sí de alegría con el espectáculo visual.
La reserva ambiental de San Blas está anexa al hotel y  es un tesoro escondido. No suele venir recomendada esta visita en  ninguna guía En este espacio realizan una recreación de la vida en la isla desde la época de los guanches hasta la actualidad de una manera muy verídica y muy bien escenificada. El recorrido hace las delicias de mayores y pequeños.
En Tenerife también visitamos, “of course”, Jungle Park, el zoo con leones blancos. Al ver los leones la mami no pudo evitar derramar algunas lágrimas. Objetivo y promesa cumplida. Quizás no sea el zoo de más renombre de la isla, pero tiene leones blancos y eso era lo que contaba para nosotros.
Tenerife es una isla preciosa que ya habíamos visitado con anterioridad, pero en esta ocasión apenas hicimos excursiones por la isla. El objetivo era descansar y disfrutar de la compañía mutua. De vez en cuando también apetecen viajes tipo “tumbing” con pulserita-todo-incluido.
Y por último, la visita a Disneyland Paris. Este viaje lo hicimos acompañados por el mejor amigo de mi hijo y su madre. Fue un viaje lleno de magia. No sé a quién le hizo más ilusión entrar en el reino de Fantasía, si a los niños o a sus madres. Visitamos disneyland Paris durante 4 días, pues bien, creo que aún nos quedan las marcas de la gran sonrisa que lucimos aquellos días.
El viaje a Disney si lo realizas con una agencia es bastante caro, así que decidimos organizarlo por nuestra cuenta. Buscamos el vuelo de bajo coste, alquilamos un coche y nos alojamos fuera de Disney. Alquilamos un bungalow en el camping Le Village Parisien por un precio más que económico y con unas prestaciones excelentes. Para no arruinarnos comiendo en Disneyland comida basura, antes de entrar al parque comprábamos en un supermercado la comida, así podíamos comer ensaladas, fruta, frutos secos, etc. Para desplazarnos alquilamos un coche, esta opción nos permitió desplazarnos de manera económica y rápida pudiendo visitar Paris y Disneyland sin perder mucho tiempo en desplazamientos. Buscamos ofertas en internet para conseguir entradas baratas al parque y conseguimos gastar solo 200 euros por persona incluyendo vuelos, alojamiento, comida, entradas al parque 4 días, visita a Paris de un día y alquiler de coche. Es que después de tanto viajar nuestra economía necesitaba un respiro.
La visita a Disney fue agotadora, no parábamos en todo el día pues queríamos verlo todo, atracciones, personajes, espectáculos… Menos mal que la quimio había quedado atrás, si no habría sido imposible aguantar el ritmo. A mi hijo lo que más le gusto fueron las alfombras mágicas de Aladino, que nos hacían subir y viajar como si de un auténtico vuelo se tratase, y a mí… pues la verdad es que me gusto todo, jejeje. Destacaría It´s a Small World, donde muñecos de todo el mundo bailan al ritmo de una música mágica. A mi pareja Disney fue lo que menos le gusto de nuestra aventura viajera… creo que hace mucho tiempo que dejó de ser niño.